No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo.
Oscar Wilde.

La cosa más espantosa, es una hoja de papel en blanco.
Ernest Hemingway.

A lo mejor escribir no sea más que una de las formas de organizar la locura.
Isidro Blaisten.

sábado, 18 de junio de 2011

Relatos paranoicos de una vida en paralelo...

Sacó de su bolso el teléfono celular para ver si tenia un mensaje o una llamada perdida y en segundo lugar para ver la hora.
-Ya debería de estar aquí- pensó.
Volvió a guardar su teléfono y se preguntó si había sido buena idea citarlo ahí en ese lugar tan apartado de sus vidas agitadas en la ciudad, en ese lugar donde tiempo atrás ella lo había invitado a ir para celebrar su cumpleaños y no había podido ser, primero por descuido de él y después por el orgullo de ella.
-¡Si no llega, juro que lloraré toda la noche!- se dijo para sus adentros.
Terminado esto, sus ojos se desviaron para el patio que servia de estacionamiento a los clientes que visitaban el lugar, era un restauran a la orilla de un hermoso lago, con un embarcadero, rodeado de coníferas y a pocos kilómetros de un pueblo como detenido en el tiempo. Y ahí estaba él, caminando a paso firme en su dirección; por un momento una imagen viajó del pasado a su mente, lo evocó exactamente igual que la primera vez que lo vio, aquella noche templada de febrero años atrás; una sonrisa se dibujó en su cara cuando recordó que después de conocerlo no lograba memorar su nombre, tan sólo tenía presente sus brazos y no sabía porque aquella noche le había atraído tanto; ¿sería por que tiempo después esos brazos la arroparían?...
-¡Hola!- le dijo él con una voz suave.
-¡Hola!- contestó ella, sintiendo el corazón latiendo en su boca.
Acto seguido él se inclino y le dio un beso en la mejilla, un escalofrío recorrió su cuerpo.
-Discúlpame, no encontraba el lugar- lo dijo mientras se sentaba en la silla que estaba frente a ella.
-¡Temía que no vinieras!
-¿Por qué no habría de hacerlo?
-Porque soy yo la que te invitó, porque soy yo la que estaría aquí esperándote.
Él solamente se limitó a sonreír tímidamente y apartó la mirada hacia el lago.
-¿Quieres tomar algo?
-Una cerveza estaría bien- contestó.
Ella llamó al mesero y le pidió la cerveza para él y un poco más de vino blanco para ella. El vino le daba el valor que necesitaba para continuar ahí.
-¿Cómo has estado?- pregunto ella rompiendo el silencio y después de que el mesero se retiró.
-¡Bien! ¿y tú?.
Antes de que ella pudiera decir algo él exclamó -¡Lo que se ve no se pregunta, sigues linda, como siempre!-.
Ella sonrió.
-¡Gracias!- le dijo. Pero he estado pensando en ti, preguntándome ¿cuáles fueron los verdaderos motivos de que todo terminara antes de comenzar?, extrañándote, jamás me han abandonado las ganas de verte, de saber de ti; es por eso que me atreví a llamarte, a citarte aquí; aquí donde los dos quisimos venir un día y no lo hicimos, ¿te acuerdas?.
El la miró en silencio y en sus ojos pudo ver el abismo, ese que le atraía y le intrigaba tanto, ese por dónde en secreto quería tirarse.
-¿No me dices nada?- lo cuestionó.
En ese momento el mesero volvió con su pedido lo dejó en la mesa y preguntó si se ofrecía algo más, se miraron y los dos movieron la cabeza negando.Cuando quedaron solos nuevamente el silencio se apoderó del lugar, sólo se escuchaba el ruido del agua golpeando la orilla y algunos pájaros cantando escondidos entre los árboles.
Ella tomo su copa y le dio un trago largo, quería anestesiarse para no sentir. El silencio se estaba volviendo incomodo y él mantenía la vista alejada de ella, como perdida en la profundidad del lago.
-¿Por qué no me miras?, ¿tanto desprecio sientes por mi?- lo dijo con una voz apunto de romperse.
Finalmente el volteo a verla y le dijo:
-¿Cómo puedes decir eso?, jamás he sentido desprecio por ti; si no te miro es por que...porque viéndote no puedo dejar de sentirme tonto
-¿No entiendo?
-No entiendes que deje que te fueras porque no sabía que hacer con lo que sentía; porque tenía miedo de que tú fueras la que me dejara cuando me conocieras realmente, por eso hice lo que hice; guardé silencio a tus constantes preguntas, me mantuve hermético antes tus perseverantes formas de acercarte a mí, y cansada de esperar, de luchar, de intentarlo sin conseguirlo te fuiste y yo no te lo impedí- lo dijo con esa voz pausada, tranquila, que le caracterizaba y que a ella le gustaba tanto.
No podía creer lo que acababa de escuchar, ahora miles de preguntas finalmente tenían una respuesta.
Recuperándose un poco de su asombro lo miro a los ojos y le preguntó lo más serena posible -¿quieres que olvidemos todo y empecemos de nuevo?-...

By Mitzi

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