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Su marido volvió tardisimo y dijo que había estado en un bar oyendo boleros.
¿Con amigos? Si, con amigos.
Ella había oído antes esa canción, era el pretexto predilecto de su primer marido. Un bar con amigos: el perfume dulce de una joven mujer libre, en el caso de su cónyuge, una enfermera innombrable que de seguro tenía veinte años. Pobre criatura. Así se aprende a sumar las tres letras C que pasan siempre por la vida de una mujer. "Un cabron, un casado y un cornudo", pensó Claudia. Podría haber más: un cobarde y un cretino. Pero generalmente vienen de tres en tres. Un jovial, un jodido y un jumento pueden ser las tres jotas. Un inteligente, un indefenso y un ingrato, las tres i. Haga cada quien su letra con tres de la misma: un bendito, un bienamado, un bienvenido. Un martirio, un mujeriego, un mentiroso.
A veces vienen todos en uno solo. Se da.
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Ángeles Mastretta. Maridos.
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