Llamarte, imposible, tal vez ni siquiera contestes el teléfono; escribirte un mensaje, muy poco espacio para expresar todo lo que quiero decir; ir a buscarte, demasiado incómodo. Entonces un correo electrónico, es perfecto: todo el espacio que yo necesite, la seguridad que lo leerás (aunque sea por curiosidad) y sin las incomodidades de vernos al rostro.
Quiero empezar diciéndote que te extraño, no sólo en estos meses que no nos hemos hablado, sino desde hace más tiempo, tanto que ya ni recuerdo exactamente desde cuándo...
Así comenzaba la carta que le había escrito a mi querido amigo E. y que pensaba enviarle un día de estos cuando los planetas se alinearán a mi favor y tuviera el valor necesario para hacerlo; pero ayer sucedió que nuestros caminos se cruzaron (literalmente) y por unos segundos nos miramos, lo que yo vi me dio algunas respuestas a preguntas no pronunciadas. Me miro igual que como se ve a un desconocido en la calle, como se ve un objeto cualquiera, sin ninguna expresión, ni siquiera sorpresa que es lo único a lo que podría aspirar, pero nada, en su cara no se dibujó nada.
Entonces entendí que los planetas no iban a alinearse pronto, que aquel manuscrito jamás sería enviado, que lo que yo creía que era orgullo puro, ya se había convertido en otra cosa; que hacia mucho tiempo que yo no era más su amiga y sobre todo que él no tiene ningún interés en recuperar una amistad avejentada.
Fue un golpe bajo a mi ego. Una traición de orgullo a orgullo.
Ni siquiera creo que me tenga rencor, aunque en estos momentos lo preferiría, por que el rencor hiere menos que el olvido.
By Mitzi
Imagen: We Heart It
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